Mandalay tiene y tendrá la fuerza de una sociedad que no quiere cambiar, con calles desaliñadas pero con gentes que la habitan que siempre te sonreirán. Ausente de restaurantes fast food, pero con rincones de comida local que haran lo imposible porque pruebes sus platos y se desharán en elogios por haber ido a visitarlos.

La ciudad tiene rincones que te transportarán a otros lugares y otros tiempos, como el mercado de Jade de la ciudad. Un cuadrado insertado entre dos calles que cuando cruzas su umbral, vuelves al principio del siglo XX, y de repente veras a mercaderes chinos, disfrazados con vaqueros y ¡zapatillas de imitación, pero que siguen siendo eso, mercaderes con la misma premisa que la de hace miles de años; encontrar las piedras perfectas, los brillos selectos, la joya que le llevará a lo excelso…

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