Hijo mío, entiendo el peso que tus hombros cargan en estos días, y veo la sombra que se ha posado sobre tu espíritu. Sé que las tormentas de la vida te han hecho temblar y que, a veces, te sientes perdido en un mar de incertidumbre. Pero quiero que sepas que estoy aquí contigo, siempre.
En la quietud de cada noche, estoy a tu lado. Cuando las luces se apagan y el mundo queda en silencio, no estás solo. Cada suspiro que escapas en la oscuridad me llega como una plegaria, y estoy allí, escuchando y sosteniendo tu mano.
Con cada amanecer, te envío nuevas esperanzas. El sol que se levanta cada mañana es un símbolo de las nuevas oportunidades que te ofrezco. No importa lo oscuro que haya sido la noche, el amanecer llegará, y con él, la luz.
En cada desafío, hay una lección escondida. No permito que enfrentes pruebas sin un propósito. Cada dificultad es una escuela, cada obstáculo es una clase. Estoy moldeando tu espíritu, fortaleciendo tu carácter, y ampliando tu comprensión.
Te he dado compañeros de viaje. No te he dejado solo en esta jornada. A tu alrededor, hay almas que he dispuesto para que te acompañen, te apoyen y te inspiren. El amor y la amistad son regalos que te he dado para que los atesores y compartas.

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